La autoridad competente

portable-radio-931428_1280En mi pueblo había una estación de radio en amplitud modulada. Como una especie de red social del siglo XX, el pueblo la utilizaba como un vehículo de denuncia, de desahogo anónimo, de opinión y de ocio. Por eso, en el fondo, no me resulta del todo innovador en las relaciones humanas lo que hoy se hace con Facebook, Twitter o los mensajes instantáneos. Es un asunto que ya tratamos en el pasado y del que esta nota es una derivaba.

Las empresas que explotaban las radios, marcaban el uso que de ella hacían los ciudadanos para la denuncia con la etiqueta de “Servicio Público”; principalmente, para lavarse un poco las manos. Sin embargo, lo que siempre me llamó la atención era la forma en la que los ciudadanos formulaban las denuncias, porque en ellas veía un reflejo distorsionado de la conciencia democrática, de la forma en la que veían sus propias instituciones, sus derechos y sus deberes.

Pongamos un ejemplo: Si un barrio llevaba varios días sin agua, los agraviados no se dirigían directamente al ayuntamiento o a la empresa estatal responsable de la distribución del agua, sino a la radio. Allí, el locutor de turno leía en tono animoso, entre canciones o la publicidad, cosas como: “¡Los vecinos del barrio Obrero llevan 7 días sin agua! No tienen ni para hacer la comida de los niños. Es una vergüenza. Se ruega a las autoridades competentes tomar cartas en el asunto. Daba la impresión de que no se quería avergonzar a nadie, como si un halo de sumisión y miedo a las represalias obstruyera un mecanismo tan aparentemente natural como exigir un derecho.

Así, se escuchaban denuncias por falta de recogida de basuras, de huecos en las calles, obstrucción de alcantarillado, de corte de luz, de animales muertos en las vías, e inseguridad; muy curiosas éstas porque nombraban con su mote de trabajo a los azotes de barrio y se detallaban sus fechorías, las horas en las que actuaba y su zona de influencia. Aunque parezca descabellado, ese tipo de denuncia (y su desatención) funcionaba como un perverso mecanismo para preservar la paz social, y donde la implacable lógica de la acción colectiva de Olson, hacía el resto.

Intrigado porque en todas las denuncias, en principio anónimas y colectivas, se le rogaba – que no exigía – a una tal autoridad competente, le pregunté a mi madre a quién se referían, y ella, en su infinita sabiduría respondió: La autoridad competente es nadie, mijito.


Notas relacionadas:
Amplitud Modulada
Nombrar y avergonzar

[Domingo de Reposición] III

Publicado originalmente el 27 de agosto de 2005

Los colores de la ciudad

Escribo exhausto desde una orilla del Támesis. A mi derecha hay una papelera negra que me dice: Oye tu, y por qué no escribes un poco sobre mi, tanto Big Ben y tanto Tower Bridge y de mi nadie habla. Precisamente la estaba yo mirando porque me preguntaba con qué criterio se escogió el negro para pintarla; un color tan poco común para vestir papeleras… y voy más allá: ¿Quién habrá inventado el cargo de pintor de ciudades; esa mente representativa que elige la paleta de colores con la que el hombre pinta la civilización?

Aquí en Londres, los taxis son negros y los buzones de correo rojos. ¿Por qué en Madrid los taxis son blancos, en Londres negros y en Nueva York amarillos? ¿Por qué los buzones de correo son amarillos en Madrid, rojos en Londres e invisibles en Caracas?

Cómo se configuran los colores de una ciudad. Me intriga saber porqué si para tantas otras cosas los humanos han desarrollado y adaptado patrones comunes, para la cuestión de los colores no tienden a la igualdad. La única hipótesis por la que me inclino es que el color, así como la música o la cocina (en el caso de Londres menguadita) forman parte de la identidad de los pueblos y que en consecuencia configuran su identidad a través de ellos. Así las cosas, el color es un reflejo de la identidad y no al revés.

Cómo se vería un autobús colectivo del caribe circulando el centro de Londres. Me refiero a esos con vocación de arco iris, faralaos coloniales pendiendo del parabrisas y tapiz de pegatinas con sabiduría popular: como las que dicen “La llevo pero sola” y “hoy no fío, mañana si”. Creo que sería, ni más ni menos, que un representante de una forma de pensar muy “colorida”; pues de qué otra manera se podría dar cabida a tanta mezcla de culturas que la componen.

Esa misma hipótesis me lleva a pensar sobre la influencia que esa exposición continuada a la homogeneidad (o variedad) en los colores produce en las personas. ¿Será que hacen que pensemos más ordenada o dispersamente, que tendamos siempre a buscar la uniformidad o la variedad en nuestra vida cotidiana? ¿Tanto exposición a amarillo, negro o rojo, nos producirá alguna forma de pensar regida por esos colores?

Misterio.

De momento la papelera no responde a mis preguntas. Parece que se siente intimidada al descubrir que no todas son como ella. De hecho, entorna los ojos, y con gesto de indignación propia de un Londener mira para otro lado mientras me dice sorry.


Nota del Cartero:
Visto en perspectiva, si que la globalización en todos estos años nos está empezando a igualar en los colores y gustos mientras nos hace más desiguales en la economía.

La privacidad ya no es lo que fuere.

photo-album-631084_1280Como nativos digitales (sic), nuestros hijos se verán expuestos a un ambiente más hostil, en relación con su privacidad, del que nos tocó vivir en nuestra infancia.1

Las fotos de cuando sus padres eran pequeños no pasaron nunca de un álbum familiar en papel, que hojeábamos de vez en cuando y que, a lo sumo, mostrábamos a los familiares cercanos. En ellos está, seguramente, esa foto que de adolescente o adultos nos avergonzaba y que no queríamos que nadie viese.  Ellos por el contrario, y en muchos casos por la irresponsabilidad o desconocimiento de sus padres y profesores están viendo incrementar de forma descontrolada su rastro privado digital a todo el planeta a través del regalo de su imagen (de sus experiencias en imágenes) a varios terceros: Desde las redes sociales hasta cualquier tipo de servicio en la nube.

Me da por pensar que si los jefes de la Stasi hubiesen imaginado lo fácil que era obtener toda la información del pueblo, simplemente quitando la palabra «secreta» de sus actividades (que incluía hasta una división de análisis de basura), el desarrollo de las tecnologías de la información se hubiese adelantado cincuenta años y tendrían un aire eslavo2.

Junto con la transformación de la privacidad la palabra pudor también está entrando en desuso. Aunque lo más probable es que termine sumando una acepción para significar algunas actividades de lo anteriormente conocido como vida privada.

Dado esfuerzo que implicó el que la privacidad llegara a  figurar como una derecho humano, me resulta conmovedor la tranquilidad con la gente acepta que un completo extraño, a quién llama red social, le diga cosas como éstas sin despertar la mínima inquietud:

Sea cual sea el país en el que reside, usted nos autoriza a utilizar su información, y por lo tanto a transferirla y almacenarla, en los Estados Unidos de América, Irlanda, y en cualquier otro país en el que operemos. Las leyes de protección de datos y de privacidad en algunos de estos países pueden diferir de las leyes del país en el que usted resida.

ó

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Vamos, como si nada. Da la impresión que la gente ve alguna diferencia entre la vida real y la digital cuando realmente no la hay y que aún piensa que lo que publica en la red es reversible.

La más curioso del asunto es que, una vez más, hay gente que se ha hecho infinitamente rica aprovechándose de la plasticidad del ser humano para adaptar un concepto. En este caso, regalando un excedente de intimidad para que otro lo venda.

No se trata de comenzar una cruzada a lo Amish ni de demonizar las redes sociales, sino asumir que, posiblemente, ya es hora de ponerle en lugar visible aquélla advertencia que adosamos a otros males necesarios, como el alcohol o la banca, y que invita, al menos para guardar las formas, al consumo responsable.


1.- Un poco raro lo de nativo digital. Como si su madre no los hubiese parido en analógico, con fluidos, dolor y esas cosas bíblicas.
2.-  Como veis, el espionaje tampoco es lo quera.