El reloj de la gallinita

Un ingeniero del primer mundo, podría lograr un sueldo anual de unos 80.000 dólares. Uno equivalente, en el tercer mundo y que hable inglés podría costar, tan solo, unos 10.000 dólares.

  • Estos baratos profesionales “tercermundista” suelen estar localizados principalmente en la India, China y Brasil. Pero podría arriesgarme a decir que, prácticamente, se pueden encontrar en cualquier país en vías (perpetuas) de desarrollo. Vamos, cuyas condiciones no sean paupérrimas y su estabilidad política sea… aceptable.
  • Muchas grandes compañías tecnológicas están mudando sus fábricas de software a países del tercer mundo, como quien muda una fábrica de pantalones. Pero también mudan servicios contables, centros de soporte técnico, y casi cualquier cosa susceptible de aprovechar esos bajos costes de mano de obra.
  • Casi nunca se necesita importar la mano de obra calificada. Se explota directamente en sus países de origen, gracias a las facilidades de la comunicación global y a la intangibilidad de sus servicios.

  • Cara: En los países en desarrollo estos profesionales no tienen oportunidades de empleo, y definitivamente es positivo para sus economías y calidad de vida. En mi humilde opinión, es una ganga: Las empresas contratantes, no han invertido ni un centavo de sus impuestos en la formación, la salud, la alimentación o la limpieza de chakras de estos profesionales.

    Sello: El estado de bienestar en los países del primer mundo, necesita de profesionales oriundos que consuman y coticen. Formarlos le cuesta a dichos países mucho dinero y darles empleo con esos niveles de remuneración tan “altos” es cada día más difícil. De hecho ya se cotizan a la baja. Si un extranjero demanda empleo, primero se verifica que no haya un nacional desempleado que lo pueda satisfacer. Eso está regulado. Pero casi nada se puede hacer, si las empresas ubican sus centros de producción fuera del país. Así es la Globalización.

    Cuando era pequeño, en casa había un redondo reloj despertador. Era de cuerda, agujas y una gallinita-segundero que picoteaba maíz con cada segundo. En la base ponía «Made in China». Eso representa lo que sabían hacer los Chinos: relojes de gallinita y juguetes de lata, hoy producen de todo y ya han puesto un hombre en el espacio. Los Indios eran conocidos por el olor de sus inciensos y las danzas que veíamos en los documentales, hoy se hacen sus propias supercomputadoras. Los brasileños bailan samba por febrero, pero también hacen avionesy construyen satélites.

    Todos estos profesionales baratos son una tentación con vocación de amenaza para el primer mundo. Vaya reto social…

    Nota del Cartero: Esta nota está inspirada en un comentario político que David Saeton hizo hace poco en la columna Revista de Prensa del diario El Mundo, que no puedo referir porque es contenido de pago.

    Pueblos sin niños

    En España existen pueblos sin niños. Literalmente. No son pueblos fantasma, no, sino sobrevivientes de la transformación de la España rural. Algunos están completamente abandonados, sin siquiera gallinas, pero la mayoría están habitados por mayores-guardianes y jubilados retornados, que se han negado a dejar sus raíces. Para ellos pesan más las ventajas de lo recóndito que las no-ventajas de la modernidad.

    Los pocos ciudadanos que los pueblan, se las arreglan para mantener las estructuras sociales de siempre: Hay un alcalde (de elección popular) que les gobierna, un cura (de elección divina) que los visita una vez a la semana, como el médico. Un bar para ver el fútbol, y desde luego, la señora fácil. Algunos, sin servicios de transporte, cuentan con un bus-banco que les trae la pensión todos los meses. También, tienen el panadero y los comerciantes foráneos que los surten con los víveres, en fin, todas las cosas que encuentras en Simcity. Donde se han topado con la implacable naturaleza, es con la escuela, porque para mantenerla en funcionamiento, el estado exige un mínimo de cinco niños, y muchos de estos pueblos no logran el mínimo, porque no hay matrimonios en edad reproductiva. Así que hay que usar la imaginación.

    Algunos alcaldes han tomado la decisión a abrir concursos a fin de buscar familias estables, con al menos tres niños en edad escolar, que estén dispuestas a irse a vivir al pueblo por un mínimo de años. Se les otorga una vivienda amueblada, y un empleo al cabeza de familia. A cambio, la familia, sobre todo si viene de la «gran ciudad», debe ser capaz de sortear retos de adaptación social, parecidos a los experimentan los habitantes de la estación espacial a causa del aislamiento terrestre. Vale, no tanto, pero es que a veces la exageración me tienta.

    Este método ha sido efectivo, y muchos pueblos han logrado mantener su escuela, y darle alegría a los pueblos con la presencia de los niños de importación, pero la presión des-demográfica es constante, sobre todo por la excéntrica tendencia de los niños al crecimiento ;). Por esto, y por el hartazgo cosmopolita, creo que están comenzado a aparecer silenciosamente una generación de retro-pioneros, que hartos del ritmo de vida de las ciudades o de las miserias indigeribles e inconfesables de las suyas propias, buscan (re)comenzar de nuevo sus vidas, repoblando pueblos abandonados. Los suelo leer con atención en foros como este y no puedo negar que hay propuestas suficientemente coherentes, como para que te salga un suspiro junto al «y por qué no».

    De momento, algunos eficientes alcaldes se están enfrentando a otros problemas, como la falta de espacio en los cementerios. Recuerdo uno, que hace como cinco años, emitió una bando (orden del alcalde), citando las facultades que le confiere la ley, en el que prohibía a sus habitantes morirse durante ese año. En realidad no le habían aprobado la partida presupuestaría para la ampliación del campo santo y decidió, como vemos, tomar medidas urgentes. Afortunadamente sus ciudadanos acataron la orden a rajatabla.

    Michael Jackson y Silvio Rodríguez

    Qué nos impulsa a convertirnos en un fan. Por qué surge esa sensación que, de forma más o menos entusiasta, experimentamos en algún momento de la vida. Se puede ser fan de algo o de alguien. Es un estado de ánimo que varía con la edad: Un fan joven, puede llegar a realizar verdaderas hazañas para disfrutar de su “ídolo” y su presencia muchas veces le resulta paradójicamente insoportable, al punto de llorar y perder la conciencia. Ya de adulto, la cosa se vuelve más sosegada, pero creo que más por vergüenza que por otra causa.

    Pero lo que inspira esta nota es una de las características más duras de asimilar del fenómeno. La incoherencia ídolo-humano. Quiero decir, el fan parece no diferenciar al ídolo, del ser humano detrás del ídolo, con lo cual termina pensando que las aptitudes, actitudes y destrezas admiradas en el ídolo, deben ser coherentes con las del ser humano, y casi nunca es así.

    Michael Jackson tiene fans incondicionales, (aunque no hace falta el adjetivo) a lo largo y ancho del mundo y es, ante todo, un ser humano (que si) de naturaleza en extremo excéntrica. Ante el surgimiento de demandas comprometedoras en su contra éste obtiene de parte de sus fans solidaridad automática, al mejor estilo que se puede encontrar entre los políticos de las repúblicas bananeras. Es decir, hay algo en el cerebro del fan que lo impulsa a no contemplar siquiera la posibilidad que su ídolo tenga conductas negativas. Todo lo que pueda mancharle puede justificarse. Podría argumentarse que el fan joven es más proclive a esta conducta, por su inmadurez, pero no sé, tengo mis dudas.

    Silvio Rodríguez, por ejemplo, es un artista al cual se suele empezar a admirar en la juventud, porque la edad y el entorno son propicios para el tipo de expresión de este artista, que por cierto manifiesta su ideología de forma transparente. Con la salida de la universidad, la inserción al mercado laboral, el matrimonio, los niños y la hipoteca, en fin con la edad, lo más probable, es que el contenido ideológico de sus canciones pase a un segundo plano (porque se topan con la realidad) y queden sólo las simples sensaciones de antaño, y eso no quita que se siga admirando de forma entusiasta (aunque por los vientos que soplan, también de forma secreta e intima) a alguien que no piensa como tu, pero que hace algo que te gusta.

    Con los escritores, políticos e intelectuales pasa algo parecido y siempre reciben la mirada benevolente de sus fans, el perdón previo y el aplauso anticipado. ¿Tendrá esta situación una tolerancia límite?

    Misterio.