Pueblos sin niños

En España existen pueblos sin niños. Literalmente. No son pueblos fantasma, no, sino sobrevivientes de la transformación de la España rural. Algunos están completamente abandonados, sin siquiera gallinas, pero la mayoría están habitados por mayores-guardianes y jubilados retornados, que se han negado a dejar sus raíces. Para ellos pesan más las ventajas de lo recóndito que las no-ventajas de la modernidad.

Los pocos ciudadanos que los pueblan, se las arreglan para mantener las estructuras sociales de siempre: Hay un alcalde (de elección popular) que les gobierna, un cura (de elección divina) que los visita una vez a la semana, como el médico. Un bar para ver el fútbol, y desde luego, la señora fácil. Algunos, sin servicios de transporte, cuentan con un bus-banco que les trae la pensión todos los meses. También, tienen el panadero y los comerciantes foráneos que los surten con los víveres, en fin, todas las cosas que encuentras en Simcity. Donde se han topado con la implacable naturaleza, es con la escuela, porque para mantenerla en funcionamiento, el estado exige un mínimo de cinco niños, y muchos de estos pueblos no logran el mínimo, porque no hay matrimonios en edad reproductiva. Así que hay que usar la imaginación.

Algunos alcaldes han tomado la decisión a abrir concursos a fin de buscar familias estables, con al menos tres niños en edad escolar, que estén dispuestas a irse a vivir al pueblo por un mínimo de años. Se les otorga una vivienda amueblada, y un empleo al cabeza de familia. A cambio, la familia, sobre todo si viene de la «gran ciudad», debe ser capaz de sortear retos de adaptación social, parecidos a los experimentan los habitantes de la estación espacial a causa del aislamiento terrestre. Vale, no tanto, pero es que a veces la exageración me tienta.

Este método ha sido efectivo, y muchos pueblos han logrado mantener su escuela, y darle alegría a los pueblos con la presencia de los niños de importación, pero la presión des-demográfica es constante, sobre todo por la excéntrica tendencia de los niños al crecimiento ;). Por esto, y por el hartazgo cosmopolita, creo que están comenzado a aparecer silenciosamente una generación de retro-pioneros, que hartos del ritmo de vida de las ciudades o de las miserias indigeribles e inconfesables de las suyas propias, buscan (re)comenzar de nuevo sus vidas, repoblando pueblos abandonados. Los suelo leer con atención en foros como este y no puedo negar que hay propuestas suficientemente coherentes, como para que te salga un suspiro junto al «y por qué no».

De momento, algunos eficientes alcaldes se están enfrentando a otros problemas, como la falta de espacio en los cementerios. Recuerdo uno, que hace como cinco años, emitió una bando (orden del alcalde), citando las facultades que le confiere la ley, en el que prohibía a sus habitantes morirse durante ese año. En realidad no le habían aprobado la partida presupuestaría para la ampliación del campo santo y decidió, como vemos, tomar medidas urgentes. Afortunadamente sus ciudadanos acataron la orden a rajatabla.

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