Mantener el “contacto” es ahora mucho más fácil, lo difícil es saber cómo está la gente.
Creo que el extremo de este tipo de paradoja es lo que yo llamaría “The Forward based relationships”. Estoy seguro que ya alguien debió haber inventado un nombre cortito y en Inglés para esta cosa (que tampoco sé si la he escrito bien en Inglés), pero viene a ser la tendencia a hacer reenvíos de emails a una lista de amigos, contactos o conocidos, con la esperanza que un correo que te ha llegado a ti le interesará a ellos. Todos lo vivimos, así que saben de qué estoy hablando. Éstos reenvíos tienen de todo, desde chistes, reflexiones, recetas hasta cadenas. El que esté libre de pecado…
Las razones son conocidas y válidas: el malsano ritmo de vida, el exceso de trabajo, las preocupaciones, los muchachos, la economía o simplemente flojera.
No queda tiempo para el mantenimiento de las relaciones como Dios manda y el forward se presenta como una opción, como un comentario de sobremesa, pero en una sola dirección. No estoy diciendo que esto sea malo ni bueno, sólo me intereso por el fenómeno, porque yo tampoco escapo a él.
Me atrevería a pensar que todo este asunto es un reflejo de nuestra realidad. Me resulta curioso ver que hacemos forward a gente que tenemos al lado, en nuestro sitio de trabajo, a tu novia, hermanos, a quienes en definitiva se lo podrías contar personalmente.
Intenté buscar estadística, pero no encontré. Así que apelé por preguntarle a mis conocidos cercanos. Miren lo que hallé: poco más o menos el 70% de los emails que mi muestra de 10 personas recibe, es forward. Me resultó altísimo, porque les pedí que incluyeran sólo el correo reenviado por gente que conocieran personalmente y obviaran el spam.
Es un tipo extraño de relación, porque hay que tratar de suponer cómo está alguien por el tipo de reenvíos que hace: Si son chistes, arriesgadamente asumo que está contento (o muy triste, depende del chiste) y quiere compartir, como es normal, su estado conmigo. Si reenvía cadenas o se hace eco de leyendas urbanas, sugiere un dejo de ingenuidad, y así más o menos hasta niveles bastante rebuscados. Aunque hay cosas fáciles, como saber que opina de sus gobernantes. En cualquier caso, como optimista que se respete, asumo que mi remitente me extraña y es su manera hacer un toque de contacto.
Finalmente, la sofisticación del asunto está en los reenvíos tipo bumerán, que vuelven implacablemente al remitente (¡y destinatarios!), como en los argumentos de las telenovelas, donde el protagonista es perseguido por su pasado.