Mi primer diario

Con alegría me hago eco de la siguiente noticia, redactada por mi amigo Cyberf.

Mi amigo Naldo acaba de montar un servicio para padres que quieran montar para sus hijos un blog. Desde hace un par de años él y su mujer mantienen el blog de mi tocayo, su hijo, con mucho éxito entre sus familiares y amigos y ahora, a petición de una amiga suya que quería lo mismo, se ha embarcado en montarlo en plan empresa.

Ha registrado (me sorprende que estuvieran disponibles todos estos) miprimerdiario.com, miprimerabitacora.com y miprimerblog.com (creo que también myfirstblog.com), y ya tiene el servicio en el aire.

Me ha parecido bastante interesante como segmento de mercado y espero que le vaya muy bien. Es la típica historia que luego sale en el CiberPaís y publicaciones similares de tecnología.

Se puede ver una demo en demolector.miprimerdiario.com entrando con usuario y password «demo».

¡Felicidades Compadre!

La soledad del trabajo en equipo.

El buen trabajo en equipo es un misterio. A primera vista, aunar los esfuerzos de varios individuos para realizar una única tarea, pareciera ser una contradicción de la propia naturaleza humana, sin embargo, nos solemos decantar por hacer (o ver hacer) cosas “entre varios”. En las fases primitivas del trabajo en equipo, se sentaron unas bases simples que maximizaban la eficiencia en el logro de las metas: Beneficio equitativo (comida para el grupo) y gratificación inmediata (la explosión de adrenalina de enfrentarse al peligro y salir ileso). Esas primeras escenas de trabajo en equipo eran de muchos contra uno. Contra un uno diferente. Una presa animal superior en fuerza y agilidad, pero inferior en inteligencia. Bueno, según la presa.

En la evolución del trabajo en equipo surgió la necesidad de dar caza a los pares. A unos como nosotros mismos que, por las razones que fueren, se convertían en una amenaza. Surge la guerra, una forma de trabajo en equipo científica, donde curiosamente las bases siguen siendo las mismas, pero el componente equitativo del beneficio tiende a desaparecer. En la guerra, el riesgo está asociado a los componentes más bajos de la jerarquía y la gratificación a los más altos, quienes definen la estrategia.

Luego, como no era plan el estarnos matando todo el rato (que todavía) nos inventamos los deportes. Para esa época, habíamos descubierto ya la agricultura y con ella, el tiempo libre. La cosa está en que, en la mayoría de los casos, para quitarnos la morriña de la guerra tirábamos del trabajo en equipo para los deportes también. Así, entre los más populares se encuentran aquéllos donde las cosas se hacen con más de uno.

Entre ellos, las bases siguen siendo esencialmente las mismas, distribuyendo el beneficio y la gratificación de distintas formas y proporciones entre los miembros del equipo. Salvo el fracaso, claro está, que en los buenos equipos, casi nunca se individualiza.

Pero la más curiosa de las distribuciones, es la que se presenta en aquellos deportes donde el mayor riesgo y la más alta gratificación se concentran en un único individuo y aún es trabajo en equipo. Por ejemplo, la Fórmula 1 y el ciclismo.

Lo que llama la atención de estos deportes, es lo determinante que puede ser en el logro de los objetivos, un factor que no aparece en otras disciplinas: La sensación de soledad. Si un piloto siente soledad, puede pensar, en los triunfos, que no han sido fruto del trabajo en equipo sino una proeza personal, lo que desencadena un exceso de confianza negativo. La paradoja se da en los fracasos. Si la sensación de soledad está justificada por un pobre desempeño del equipo, sólo una proeza personal puede hacer que se alcancen las metas.

¡Ánimo Nano!

Los deberes

De pequeño, cuando volvíamos de vacaciones, la seño nos mandaba a realizar una composición titulada ¿Qué hice en mis vacaciones? Ya de mayor descubrí que lo hacía principalmente para gestionarse ella misma la resaca post vacacional; para hacer tiempo y coger el ritmo, vamos, para hacer lo que los mayores hacen cuando vuelven de vacaciones, ese período nebuloso en que no se haya uno haciendo algo que no sea descansar.

La mayoría de mis compañeros pensaban que era una tortura. Pero creo que más por el hecho de que cualquier composición lo era. Aunque no para mi. A mi escribir me gustaba y me gusta, el problema era que la composición de mis vacaciones era siempre la misma (cosas de pobres). Y por eso me parecía a mi también una pequeña tortura: para qué escribir sobre algo que no podía ser imaginado.

Si bien éstas han sido diferentes, animadas, multifacéticas y libres – sobre todo libres, comparado con las cárceles de los paquetes turísticos de occidente – pues resulta que no me he puesto a hacer mi composición. No porque desmerezcan ser escritas, sino porque el tamaño de la resaca de volver al laboreo es directamente proporcional a los estimulantes que han sido las vacaciones.

Estiraré un poco los dedos y convenceré a mi cabeza de que la realidad ha vuelto.

Besos a montones,

Ocatrapse.