¡Me tienen harta, no me consideran, un día de estos voy a desaparecer y no me van a ver más! Creo que muchos hijos han escuchado alguna vez, de boca de sus madres, una frase más o menos como esa. Suele ocurrir cuando la continua exposición al estrés de la crianza las sobrepasa, su capacidad de tolerancia se agota, la mente no da más, el alma se les achicopala y el cansancio las define. Es una cosa que ha ido creciendo poco a poco hasta que se manifiesta. Afortunadamente, la naturaleza ha dotado a las madres de un “algo” que hace que se sobrepongan y salgan de esos estados, pero no ocurre lo mismo con el resto de las actividades humanas y mucho menos en el trabajo.
El concepto detrás del Síndrome Burn-out, o estar quemado, fue acuñado por H. J. Freudenberg en 1974 y podría definirse –libremente, si me permiten- como lo que viene después de un período continuado de estrés laboral: Años trabajando bajo presión, sin ser reconocido el esfuerzo, recibiendo maltrato, sin verle el queso a la tostada, etc.
Las personas que lo desarrollan padecen ansiedad, angustia, sentimiento de fracaso, depresión, fatiga, falta de concentración, ausencia de sueños (además de insomnio) distanciamiento afectivo y así un largo etcétera de cosas desagradables: Que están quemados pues. Y no es que sea una cosa pasajera y asociada a la labor específica dónde se desarrolla, hay casos crónicos que pueden desembocar en una incapacidad total para volver a trabajar. No es una cosa como que te cambias de trabajo y ya.
Estadísticamente se presenta más en aquellos gremios donde se interactúa constantemente con el público, en los maestros y profesores, en los empleados del sector sanitario y los ejecutivos. Las personas más vulnerables son aquéllas que se exigen demasiado, necesitan mantener el control, se consideran indispensables y no admiten el fracaso.
No sé, me temo que las empresas que desatienden el diseño de puestos de trabajo de calidad, no importa a qué nivel, y descuidan el equilibrio entre la vida personal y profesional de sus empleados, están arriesgando demasiado. Entiendo que la situación de los distintos mercados puede ejercer una presión que últimamente raya en la supervivencia, pero están creando un círculo peligroso que conduce a otro tipo de fenómenos, como el “mobbing” o acoso moral en el trabajo. Todo esto ya existía de antes, lo que pasa es que ahora tienen otro nombre y se diagnostican en cantidades alarmantes.
Los expertos recomiendan, intentar llevar, conscientemente, una vida equilibrada en la medida de lo posible, realizar actividades ajenas al trabajo, tratar de concentrarse en la parte del trabajo que más les llene, y desarrollar la habilidad de decir que no oportunamente. En casos extremos, consultar con un especialista.
No estaría de más, como terapia complementaria, aprender a reírse de uno mismo.
Para saber más click aquí, es una fuente antigua pero muy seria y completa.