Pequeñas Tragedias Veraniegas VII

He pasado la noche en el aeropuerto. Desde ayer por la mañana, cuando me disponía a iniciar mis vacaciones, no ha despegado ni un solo avión. Esto es un caos. No hay Ley ni Dios. Esto parece un aeropuerto del tercer mundo, bueno, eso dice la señora de falda floreada que no ha parado de hablar y quejarse toda la noche, aunque tenga poca pinta de haber visitado algún aeropuerto del tercer mundo. No sé, me resultó una opinión muy a la ligera.

Todo comenzó sobre las cinco y treinta de la mañana, cuando los vendedores de periódicos de los kioscos distribuidos por las instalaciones, decidieron, en reivindicación de sus derechos laborales, que en ningún caso contemplan desembalar de los cartones, como cortesía a los clientes, las revistas que vienen con coleccionables, decidieron decía, invadir las pistas del aeropuerto, ante la atónita mirada de las autoridades.

Un rato más tarde, en medio del desconcierto, los embaladores de equipajes, en demanda de equipos automatizados que no les obligasen a agacharse para precintar los equipajes, se encaramaron en los aviones y pintaron de negro las ventanillas de las cabinas de los pilotos. Simultáneamente, los empleados que ordenan y reponen los carritos que los viajeros utilizan para acarrear el equipaje, pinchaban los neumáticos de los aeroplanos, en protesta porque se les obligase a empujar largar filas de carritos por el aeropuerto, sin contar con seguro a terceros y estando expuestos a demandas por parte de los pasajeros.

Los chicos y chicas del catering, que desde hace mucho tiempo están detrás de una indemnización por exposición a los vapores del queso azul que se sirve en primera clase, decidieron, como medida de presión, cambiar las etiquetas de los equipajes, con el consiguiente desmadre balístico (de balas quiero decir.)

Pero lo que más desasosiego me causó, fue la estocada final por parte de los mesoneros, en esta sucesión de protestas: Secuestraron los vasos, cubiertos y servilletas de todos los restaurantes; con la desagradable consecuencia de tener que beber el café con leche en las botellas usadas de agua mineral, comerse el arroz a mano desnuda y limpiarse la boca con la manga de la camisa: ¡Por Dios, como en el tercer mundo!


Nota del Cartero:

Fotografía tomada de www.pixalia.net, bajo licencia Creative Commons.