Longitud

Cuando termino un libro que me ha atrapado, suelo ponerme en pie mientras leo su última página. Cada cual tiene sus rituales de respeto, este es uno de los míos. No siempre tienes tiempo para dedicarte a las cosas que más te gustan, pero es de agradecer cuando la vida pone en tus manos algunos de estos libros hechos con cariño y con la concreción suficiente para que puedas leerlos de una sentada.

Me acaba de pasar con Longitud, de Dava Sobel, quien narra de forma breve y apasionada la interesante historia de cómo se llevó a cabo el descubrimiento de la forma de medir la longitud en el mar. Una delicia en poco más de ciento sesenta páginas en su edición en español.

Para los marinos de hace tres siglos conocer la latitud no era un problema, pero la mayoría de las veces, no tenían ni idea de la longitud. En términos generales, la mayor parte del tiempo se encontraban perdidos en medio del océano. Si me apuran, muchos de los grandes descubrimientos geográficos, empezando por el continente americano, tuvieron un gran componente supeditado al azar. En esas estábamos cuando (simplificando mucho) un rey inglés ofrece un jugoso premio a quien encuentre un método para medir la longitud de forma fácil y precisa. Para hacer una idea de tamaña empresa, sólo os adelanto que pasaron unos setenta años antes de ser otorgado. En medio, la aventura de un relojero sin formación contra la crema y nata de la astronomía.

Mi problema de siempre es que estas cosas no me suelen suceder con publicaciones de la actualidad, sino con las añejadas por el tiempo y especialmente con las descatalogadas. Con lo cual, el proceso no comienza por las vías habituales pero casi siempre vale la pena, porque también parece que lees con menos años, los que tenias en la fecha de la edición.