Alone at the movies (how to)

A mi compadre le resulta antinatural salir del cine y que aún haya luz del día. Por eso mi costumbre de asistir al cine en función de tarde se le antoja anacrónica. Reminiscencia de la infancia, en el mejor de los casos. Pero él no sabe lo que se pierde, contimás si le añadimos otra excentricidad: La de ir solo.

Ir al cine solo es una catarsis. Sirve para achicar la mente inundada de realidad. Uno va a ver historias imposibles, porque es imposible hacer cine de gente normal, promedio, de a pie. El guión de cualquier película y la esencia narrativa, exige que los personajes sean, invariablemente desempleados. Si así no fuese, todas las tomas tendrían que ser nocturnas, de sábado tarde o domingueras, porque son los únicos momentos que las personas normales, con vida laboral, tendrían para sufrir, reír o pensar de forma trascendente, como ocurre en las películas. Así pues, el cine ayuda a curar las frustraciones que al occidental promedio no le cura el consumismo.

Si va usted solo al cine, no importa ya a qué función, llegue un poco antes, sitúese en un lugar estratégico del hall y observe cómo, los que como usted esperan para entrar, se convierten en excelentes teloneros de la función. Allí se cuentan también seductoras historias: cada cara, cada gesto y expresión hablan de muchas más cosas de las se puede uno imaginar. Se ven amores aburridos, que han hecho de la salida al cine también una rutina. Se descubren fácilmente los que acuden juntos por primera vez, aún con las inseguridades y las celebradas torpezas del cortejo; los viejos amigos que se hacen compañía y también… los solos como usted.

Entre los solos se produce una situación curiosa. Ocurre cuando las miradas aparentemente inadvertidas de éstos se cruzan de repente y se reconocen. Como mirándose reflejados en un espejo y a la vez haciéndose los no vistos. A veces me gusta imaginar que, inconscientemente, les aflora una expresión sináptica, junto con una mueca oculta, de esas que imaginas pero no fraguas, algo así como un pensamiento desinhibido mientras se llevan una amorfa cotufa a la boca y dicen para si mismos: “que tipo tan raro ese, viene al cine solo…”

Hablemos claro

Modo de empleo: Con la cabeza inclinada hacia atrás, separar hacia abajo el párpado inferior e instilar las gotas en el saco conjuntival mientras se dirige la mirada hacia arriba.

A veces pienso que debería regularse por ley la redacción del modo de empleo de los medicamentos. No todo el mundo tiene un diccionario a la mano.

Igualmente, me asombra la invitación a la desconfianza de algunos de estos productos. Es como si estuvieran redactados para evitar demandas judiciales, entrando en ridículas contradicciones. Siguiendo este mismo ejemplo cito:

Propiedades: Solución de uso ocular que calma y refresca los ojos.
Efectos secundarios: Ocasionalemente, irritación e inflamación de los ojos.

Eso.

Bestiario

Hoy les hablaré de un tema un poco más aburrido que los habituales: La perfección. Esa cualidad de perfecto, según el DRAE, que igual vale para un roto que para un descosido. Una percepción de las cosas que sirve tanto para hablar de un crimen redondo, que no deja huellas, como de un trabajo bien hecho, una obra muy bien lograda, o un perfecto idiota. La perfección suele verse como virtud cuando se alcanza y como defecto cuando se busca.

Lo que más me curiosea de la perfección son aquellos trastornos sicológicos que incluyen o se basan en la búsqueda incesante, ya no de lo suficiente, sino de lo perfecto, perdiendo de vista completamente las imperfecciones colaterales que se generan en el camino. La anorexia o la vigorexia son buenos ejemplo, el síndrome de Superwoman también, e incluso uno sobre el que leía hace unos días, el síndrome del ama de casa, “…un trastorno psicológico que padecen tres de cada cien mujeres: la afectada limpia y ordena una y otra vez para sentirse en paz, pero cualquier atisbo de suciedad o desorden la desequilibra.”(1)

Al parecer todos estos síndromes se desarrollan porque suministran respuestas placenteras a la víctima en algún momento de su evolución, pero la cosa rara es que se centren en algo tan antinatural para el humano como la perfección.

Me gusta definir la perfección, como creo que lo hace la mayoría de la gente, tomando en cuenta el contexto. Me gusta verla como un convenio del inconciente colectivo donde más que un atributo de las cosas, es una medida: el grado en el que cualquier mejora no representa una diferencia sustancial.

Antes que buscar la perfección, que como vemos es un camino muy tortuoso, prefiero toparme con ella, disfrutar cuando me la encuentro de casualidad por allí y dejar que me deslumbre. Los matemáticos de seguro se cruzan con ella todos los días y en general los que trabajan en áreas dominadas por las teorías. Pero existen otros lugares en los cuales, si se está atento, se le puede encontrar. En los cuentos por ejemplo.

Traigo a colación los cuentos porque, dada su limitada extensión, no tienen el colchón que otorga una novela u otros géneros generosos, para elaborar extensamente. El cuentista tiene que esforzarse por lograr la concreción, sin sacrificar la belleza narrativa. El buen cuento, debería ser simple, llanito. Al menos para mi gusto.

De este último tipo de perfección me gusta mucho uno plasmado en el cuento Casa tomada, del compendio de cuentos Bestiario, de Julio Cortázar. Es acerca de la introducción de un personaje, la parte de cualquier novela o cuento en el cual el escritor dedica un esfuerzo para perfilar a un protagonista, o secundario. En las novelas, este ejercicio puede llevar varias páginas, hasta que el escritor considera que ha transmitido al lector una idea aproximada del perfilado. En el cuento, Cortazar necesita introducir un personaje complejo y muy peculiar, que le hubiese requerido un cuento aparte. Sin embargo, logra la perfección (en mi humilde y poco calificada opinión) cuando resuelve el reto en menos de diez palabras, tan significativas y suficientes que le dicen a uno todo lo que necesita saber sobre el carácter del personaje, dice: Irene era una chica nacida para no molestar a nadie.

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Nota del cartero:
(1) Fuente: 20 minutos bajo licencia Creative Commons.