Tradición Asociativa

La democracia es jodida. Es un concepto difícil de digerir y exige el desarrollo de hábitos políticos complejos. La democracia no son simplemente elecciones y delegación de responsabilidades de gobierno, sino un continuo de participación de las personas en la solución de los conflictos y defensa de los intereses que se plantean por el sólo hecho de vivir en sociedad. Desde niños, no somos educados para la democracia (el sistema educativo, el hogar, la religión no lo permiten) y cuando nos topamos con ella, nos toca aprender haciendo.

Un factor fundamental en la democracia es la sociedad civil. El soporte no gubernamental donde los ciudadanos ejercitan los principios democráticos y manejan, casi siempre a través de la fórmula de asociaciones, la manifestación y de sus intereses.

Fui conciente de ello mientras orinaba en un baño portátil de esos que disponen en los eventos de masas. Mirando al infinito de la pared, me topé con una pegatina que ponía: Asociación Española de Alquiladores de Sanitarios Portátiles Ecológicos. Por Dios, cuanta especificidad, pensé. Tirando del hilo, descubrí que en esto, España es un mundo (las asociaciones y los baños portátiles), y que probablemente existiría una correlación entre la cantidad y diversidad de las asociaciones y la madurez política de sus ciudadanos; o en el mejor de los casos, de los gustos hacia los cuales se asocian y su reflejo en la política nacional.

En la página oficial del registro de asociaciones, no pude encontrar la forma de dar con la totalidad de las inscritas, pero si, con una posibilidad de búsqueda que a la postre resulta más divertida. Si partimos de ciertas palabras clave y lo comparamos con la cantidad de veces que aparecen en el nombre de las asociaciones, tenemos algunas curiosidades:

Asociaciones de trabajadores 576, de desempleados 227, de empresarios 874.
De jóvenes 1868, de jubilados 4480.
De Gastronomía 2095, de lucha contra el hambre 8
De Democracia 217, de inteligencia 24, de educación 2487

Dentro de la denominación “Cultural”, figuran nada más y nada menos que 59292 asociaciones, que normalmente llevan unida la palabra “Deportiva”. Me da que en este matrimonio, hay una que se echa al hombro la relación.

Ahora, un tipo muy español de asociación son las Peñas, de las que figuran 19564. Saquen sus conclusiones: una Peña, según la RAE es un “Grupo de personas que participan conjuntamente en fiestas populares o en actividades diversas, como apostar, jugar a la lotería, cultivar una afición, fomentar la admiración a un personaje o equipo deportivo, etc.”

También es curiosa la fragmentación que existe. Hay, para las mismas cosas, asociaciones nacionales, provinciales, municipales y hasta por barrio y partido político.

Finalmente, una asociación que según como se mire da para reflexionar: Agrupación Social de Parados y Amas de Casa.

Los 50 de Fukushima

A esta hora, un batallón de 50 Ingenieros en la central nuclear de Fukushima saben que, en el corto plazo, van a morir producto de la sobre exposición a la radiación. Que en el mejor de los casos sufrirán secuelas para el resto de sus vidas, y aún así, siguen intentando aplicar sus conocimientos para luchar contra las circunstancias y evitar un mal mayor. Esta gente tenía familia y sueños y están trabajando en unas condiciones de estrés emocional penosas.

Para un ingeniero vocacional uno de los peores escenarios es el del ensayo y error para intentar controlar un sistema y forzarlo a transitar hacia una situación de estabilidad. Es frustrante luchar contra variables no consideradas en su diseño. En esas están ahora los Ingenieros de Fukushima.

Quedarse es un acto de valentía y solidaridad, independientemente del desenlace. Deseo con fuerza que logren sus cometidos y que ese momento de lucidez en la que un ingeniero da con una solución magnífica les permita salvar muchas más vidas. Si no se puede, espero que los ingenieros que hace cincuenta años diseñaron el edificio de contención del reactor hayan hecho muy bien su trabajo y que no haga falta el sacrificio de muchas más vidas como la de los liquidadores de Chernobyl.

Trileros

Mientras existan los trileros tendré al menos una razón para creer en la humanidad. Su propesperidad será la prosperidad de la raza humana y seguiremos siendo capaces de grandes cosas. Mientras estos enbaucadores de oficio proliferen por las calles y encuentren gente que les siga el juego, gente de ingenuidad conmovedora y avaricia parbularia, estaremos a salvo.

En una sesión de triles se resume la humanidad entera. Es el paradigma de las relaciones interpersonales, donde quedan al descubierto esos escasos roles que siempre encuentran quien los interprete y que aparecen en muchos otros episodios del desarrollo de nuestra vida. En este juego callejero, como lo define la academia, la realidad, por mas certera que nos parezca, no es lo que pensábamos. Los que siempre ganan lo hacen para que otros pierdan y los que pierden siempre son los mismos. Pero hay otra dimensión aún más interesante.

Si después de miles de años de fraude, aún hay gente con suficiente capacidad para creer que puede contra este engaño, es decir, manifestar la capacidad de tener fe en sí misma (a pesar de que la racionalidad de la que está dotada le dicte lo contrario) podremos seguir aspirando a sueños imposibles. Vamos que será una muy buena señal.

Creer ingenuamente que se puede modificar la realidad es un requisito indispensable para cambiarla. Se ha logrado volar con un objeto más pesado que el aire, a pesar de las evidencias engañosas de la realidad. La misma realidad adversa que hacía imposible transportar una imagen a través del vacio del espacio. Todas las personas que en el pasado se han empecinado en alcanzar grandes realidades irracionales, compartían con los incautos que le llenan los bolsillos a los trileros, esa confianza ciega en que la realidad no es como la pintan y que conocen el truco para cambiarla.

La diferencia está que el humano medio sucumbe cuando comienza a perder y se retira apenado por el desengaño, mientras que los grandes transformadores de nuestra hitoria continúan hasta hallar la manera de revertir el truco, ya no dejandose llevar por sus percepciones, sino aplicando la ciencia para imponerse.