[Domingo de Reposición] III

Publicado originalmente el 27 de agosto de 2005

Los colores de la ciudad

Escribo exhausto desde una orilla del Támesis. A mi derecha hay una papelera negra que me dice: Oye tu, y por qué no escribes un poco sobre mi, tanto Big Ben y tanto Tower Bridge y de mi nadie habla. Precisamente la estaba yo mirando porque me preguntaba con qué criterio se escogió el negro para pintarla; un color tan poco común para vestir papeleras… y voy más allá: ¿Quién habrá inventado el cargo de pintor de ciudades; esa mente representativa que elige la paleta de colores con la que el hombre pinta la civilización?

Aquí en Londres, los taxis son negros y los buzones de correo rojos. ¿Por qué en Madrid los taxis son blancos, en Londres negros y en Nueva York amarillos? ¿Por qué los buzones de correo son amarillos en Madrid, rojos en Londres e invisibles en Caracas?

Cómo se configuran los colores de una ciudad. Me intriga saber porqué si para tantas otras cosas los humanos han desarrollado y adaptado patrones comunes, para la cuestión de los colores no tienden a la igualdad. La única hipótesis por la que me inclino es que el color, así como la música o la cocina (en el caso de Londres menguadita) forman parte de la identidad de los pueblos y que en consecuencia configuran su identidad a través de ellos. Así las cosas, el color es un reflejo de la identidad y no al revés.

Cómo se vería un autobús colectivo del caribe circulando el centro de Londres. Me refiero a esos con vocación de arco iris, faralaos coloniales pendiendo del parabrisas y tapiz de pegatinas con sabiduría popular: como las que dicen “La llevo pero sola” y “hoy no fío, mañana si”. Creo que sería, ni más ni menos, que un representante de una forma de pensar muy “colorida”; pues de qué otra manera se podría dar cabida a tanta mezcla de culturas que la componen.

Esa misma hipótesis me lleva a pensar sobre la influencia que esa exposición continuada a la homogeneidad (o variedad) en los colores produce en las personas. ¿Será que hacen que pensemos más ordenada o dispersamente, que tendamos siempre a buscar la uniformidad o la variedad en nuestra vida cotidiana? ¿Tanto exposición a amarillo, negro o rojo, nos producirá alguna forma de pensar regida por esos colores?

Misterio.

De momento la papelera no responde a mis preguntas. Parece que se siente intimidada al descubrir que no todas son como ella. De hecho, entorna los ojos, y con gesto de indignación propia de un Londener mira para otro lado mientras me dice sorry.


Nota del Cartero:
Visto en perspectiva, si que la globalización en todos estos años nos está empezando a igualar en los colores y gustos mientras nos hace más desiguales en la economía.

La privacidad ya no es lo que fuere.

photo-album-631084_1280Como nativos digitales (sic), nuestros hijos se verán expuestos a un ambiente más hostil, en relación con su privacidad, del que nos tocó vivir en nuestra infancia.1

Las fotos de cuando sus padres eran pequeños no pasaron nunca de un álbum familiar en papel, que hojeábamos de vez en cuando y que, a lo sumo, mostrábamos a los familiares cercanos. En ellos está, seguramente, esa foto que de adolescente o adultos nos avergonzaba y que no queríamos que nadie viese.  Ellos por el contrario, y en muchos casos por la irresponsabilidad o desconocimiento de sus padres y profesores están viendo incrementar de forma descontrolada su rastro privado digital a todo el planeta a través del regalo de su imagen (de sus experiencias en imágenes) a varios terceros: Desde las redes sociales hasta cualquier tipo de servicio en la nube.

Me da por pensar que si los jefes de la Stasi hubiesen imaginado lo fácil que era obtener toda la información del pueblo, simplemente quitando la palabra «secreta» de sus actividades (que incluía hasta una división de análisis de basura), el desarrollo de las tecnologías de la información se hubiese adelantado cincuenta años y tendrían un aire eslavo2.

Junto con la transformación de la privacidad la palabra pudor también está entrando en desuso. Aunque lo más probable es que termine sumando una acepción para significar algunas actividades de lo anteriormente conocido como vida privada.

Dado esfuerzo que implicó el que la privacidad llegara a  figurar como una derecho humano, me resulta conmovedor la tranquilidad con la gente acepta que un completo extraño, a quién llama red social, le diga cosas como éstas sin despertar la mínima inquietud:

Sea cual sea el país en el que reside, usted nos autoriza a utilizar su información, y por lo tanto a transferirla y almacenarla, en los Estados Unidos de América, Irlanda, y en cualquier otro país en el que operemos. Las leyes de protección de datos y de privacidad en algunos de estos países pueden diferir de las leyes del país en el que usted resida.

ó

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Vamos, como si nada. Da la impresión que la gente ve alguna diferencia entre la vida real y la digital cuando realmente no la hay y que aún piensa que lo que publica en la red es reversible.

La más curioso del asunto es que, una vez más, hay gente que se ha hecho infinitamente rica aprovechándose de la plasticidad del ser humano para adaptar un concepto. En este caso, regalando un excedente de intimidad para que otro lo venda.

No se trata de comenzar una cruzada a lo Amish ni de demonizar las redes sociales, sino asumir que, posiblemente, ya es hora de ponerle en lugar visible aquélla advertencia que adosamos a otros males necesarios, como el alcohol o la banca, y que invita, al menos para guardar las formas, al consumo responsable.


1.- Un poco raro lo de nativo digital. Como si su madre no los hubiese parido en analógico, con fluidos, dolor y esas cosas bíblicas.
2.-  Como veis, el espionaje tampoco es lo quera.

 

dolor de patria

La Patria no es más que un racimo de primeras veces, por eso se pueden tener varias patrias a la vez. Lo que comenzó siendo la forma que se inventó el poder medieval para abaratar los costos de la guerra y no tener que tirar de carísimos sicarios asalariados sino de entregados súbditos low-cost, ha devenido por obra de la historia en una forma de identidad colectiva.

Sin embargo, resulta determinante que este concepto, al parecer homogéneo, no tenga un sólo significado, sino que esté compuesto a base de multitud de recuerdos individuales: Ese conjunto de primeras veces en las que, esencialmente, se ha sido feliz o se ha crecido como persona, habitualmente con dolor. Sólo las primeras veces tienen la potencia suficiente para asirse a la conciencia y modelar nuestra personalidad.

Cuando el equipo de fútbol de un país gana un partido al de otro, la euforia colectiva no hace referencia a un único sentimiento del llamado orgullo patrio sino al que los recuerdos que cada uno de los seguidores ha elegido para asociarle a ella. Por eso es un concepto tan plástico, tan dúctil, tan manipulable, porque al tirar de los recuerdos arrastra consigo un manojo de emociones. Creo que la patria no es un ligamiento histórico o jurídico, sino intensamente afectivo.

Así, el extraño sentimiento de sentir dolor por la patria, conlleva sentir dolor por las emociones particulares que la conforman. No se trata de dolor por una identidad imaginaria, ni de un concepto asociado a una nación o a una estado. Hay muchas patrias que no son nación y naciones que no tienen estado. Se trata de sentir dolor por el maltrato de tus recuerdos, lejanos o cercanos, pero particulares al fin.

Por eso pienso que seguimos siendo víctimas del poder cuando dejamos que el concepto de patria, así, en colectivo, forme parte del discurso político, porque hace el mismo daño para la convivencia pacífica entre diferentes, que las creencias dogmáticas o la religión, especialmente, cuando el concepto es secuestrado y convertido en fe. Patria es el nombre común que le damos a sentires diferentes, construidos de forma muy personal en el neocórtex de cada uno.

Cosas distintas son el territorio, la nación, la identidad social y el contrato de convivencia que nos damos los grupos humanos. Incluido, como no, a quién pagamos impuestos para que los administre y organice todo lo anterior.  De esta forma, cuando se atenta contra el territorio, contra la nación, o se viola – elegante o cruelmente – el contrato de convivencia; los agresores (casi siempre patriotas gobernantes) no están traicionando a la patria, lo que parece despersonalizar el asunto. Total, siempre pueden argumentar que lo hacen por defender a su patria. A lo que se están traicionando realmente es a las personas, a cada uno de los individuos y a su derecho de buscar la felicidad (si a eso osáremos) en paz y en libertad.

Notas relacionadas:
Caribe.