Y así, queridas hijas, se lanza un cohete

Crédito: @manumazzanti publicada en x.com

Estoy contento. Muy contento por un logro ajeno. Esto va de un ciclo exclusivo de los humanos: soñar, planificar, ejecutar y vuelta a soñar. Atentas, que no es baratillo de autoayuda, sino de hechos. Que no es lo mismo un sueño que un objetivo o una misión que te imponen. El sueño es, en su esencia, un sentimiento, una emoción insoportable. Planificar su consecusión se resume en postergar la gratificación a extremos dolorosos. Finalmente, ejecutarlo es un ejercicio de cabeza fría de pocos grados kelvin sobre el cero absoluto. Alegrarse se los sueños ajenos que se ejecutan es salud mental colectiva, que como sociedad, muchos nos hace falta.

¡Enhorabuena humanos de PLDSpace! ¡Enhorabuena!


Nota del cartero:
Para contextualizar el logro: Esto se ha hecho en España (un país con cultura renuente a la innovación y un sistema educativo que premia la memorización), entre 150 personas, con financiación privada en un 70% y a partir de un sueño de tres chicos que, cuando empezaron tenían 23 años.

Veinte años de discreción

No estaba previsto. El día en que hice público Cartas Jeroglíficas, intenté ser realista y advertí que en breve sucumbiría a las estadísticas y estaría muerto. Con expectativas tan bajas, entenderán que cumplir hoy veinte años puede ser visto como un raro caso de supervivencia digital.

El propio formato es ya un anacronismo. Pensad que facebook no existía (tampoco Twitter) cuando éste y muchísimos otros blogs nacieron a principios de siglo; y hoy, el propio facebook, es considerado el último superviviente de un formato antigualla que entonces fue introducido como la superación de los anticuados blogs.

A diferencia de los podcasts, que experimentaron una nueva vida luego de su paso por el desierto, el formato del blog no es más que un reducto que sobrevive, con grandísimos referentes, en algunos nichos. La carga cognitiva de leer en extensión y a veces entre líneas se ha convertido en insoportable para una mayoría de terrícolas.

Sin embargo, en medio de tal vorágine, este discreto y casi invisible blog sigue en línea por la misma razón que expuse cuando publiqué el primer post:

… la intención sincera de compartir libremente el conocimiento dentro de la red, sin más requisitos que el respeto mutuo… [para honrar]… aquellos tiempos fantásticos cuando éramos felices e indocumentados…

Besos.
El cartero.

Adolescencia

La adolescencia es un invento reciente; tendrá poco más de un siglo. Un constructo (me encanta ese palabro) que sólo fue posible con el nacimiento de las sociedades modernas. A efectos de supervivencia, la adolescencia siempre ha sido un lujo que la propia vida se encargaba de acortar a guantazos. Era intensa y desconcertante, pero breve. El objetivo de los adolescentes fue siempre pasar a formar parte del grupo de los adultos. Incluso hoy, muchas culturas mantienen de forma testimonial rituales muy chulos para el tránsito.

Sé que lo definir las cosas para entenderlas está pasado de moda, pero os pido hacer un pequeño esfuerzo. Por los viejos tiempos.

Si nos limitamos al RAE tenemos:

Período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud.

Así, sin mojarse mucho. Os aseguro que tampoco se mojan otros diccionarios en distintos idiomas.

Al ampliar el espectro a campos como la sociología la cosa crece en matices y precisiones. Especialmente al indicar el rango de edad en los que se adolece y respecto a los efectos tanto cognitivos como físicos.

Tuve una adolescencia sucinta y una niñez larga. El presupuesto familiar no daba para más. Pero sí me dio tiempo para definirla a partir de lo que sentía en mis propias carnes:

Apunté en mi libretilla (tendría unos catorce años):

Etapa de la vida en la te enfrentas a un montón de cosas desconocidas sin la más mínima intención de comprenderlas. Sólo vivirlas.

Con eso en la cabeza salí pronto del trance y podría afirmar que el último vestigio de mi adolescencia terminó en agosto de mil novecientos noventa. Justo el día en que, con diecisiete años recién cumplidos, me fui de casa. A partir de ese momento, la sociedad empezó a tratarme (y también yo mismo) como un adulto en prácticas (sinuoso camino).

Termino: si hacemos un estudio retrospectivo, los entendidos en el asunto han ido sumando años a este periodo. Y como las cuentas no salen, se los han ido quitando tanto a la niñez, como a la edad adulta. Así las cosas, he visto autores que enmarcan la adolescencia entre los 11 y los 24 años (y más). Si te revelas ante sus disertaciones (¡no puede ser!), se bajan las gafas de cerca a la punta de la nariz y te miran con desdén.

¿Entendéis mi preocupación?