Los ingenieros

Hay gente que ha decidido qué ser de mayor después de un episodio de epifanía*. Y mientras más joven sucede, resulta más cercano a un ejercicio de libertad absoluta ya que no se piensa en estudiar algo para ganarse la vida, para ser alguien, sino porque encaja naturalmente contigo, porque te gusta. Así, sigue siendo saludable preguntarle a los niños qué quieren ser de mayor y exponerlos a cosas que hacen los mayores, para que vayan creando el hábito de imaginarse como tales. Que entiendan que ya no se estudia para ganarse la vida, sino para intentar ser feliz. 

Es habitual que en este proceso se escuchen expresiones variopintas por parte de los mayores. A veces animan al esfuerzo, «pues entonces vas a tener que estudiar mucho» y otras reflejan desesperación «¡filosofía!, te vas a morir de hambre». Pero ocurre una cosa extraña con las ingenierías: Siempre se presuponen un tipo de personalidad cuadriculada, de certezas absolutas y capacidades innatas para las ciencias exactas. En mi caso no tenía ninguna de estas habilidades y también escuché algunas frases desalentadoras aunque respetuosas: «¿Estás seguro?»

Pasado el tiempo, creo que decidí estudiar una ingeniería, precisamente porque no la entendí en el contexto de los prejuicios asociados a ella, sino por todo lo contrario: Porque está llena de incertidumbre. Mas o menos en los términos expresados por Steve Wozniak. 

A un ingeniero se le suele dar mejor que al resto de la gente aceptar que las cosas no son blancas o negras, porque sabes lo que es tener una intuición o una visión de algo que todavía no existe. Además, es capaz de encontrar soluciones intermedias entre dos extremos. 

Puede sonar contraintuituvo, pero en casi todas las facetas de las ingenierías, la senda por la que se ejerce se parece mas a la mejor aproximación posible que a la perfección y creo que allí radica su atractivo. A veces lo bueno es mas dificil de alcanzar (y mas divertido) que lo perfecto.

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* El mío, como el de muchos, fue aquella tarde soposora en la que vi Juegos de Guerra. 

Absentismo Ciudadano

En nuestro nunca bien valorado país muchos servicios de cara al público se llevan a cabo con cita previa. Esto incluye a los prestados por el Estado. Así, hay que pedir hora para llevar el coche al taller, acicalarse la imagen en una peluquería o asistir al médico en sistema público de salud. Sin embargo, siempre me ha resultado contradictorio de nuestra idiosincrasia -y extensible al antiguo imperio- que seamos, a pesar de la fama, rigurosos y puntuales para las citas del sector privado, pero desconsiderados, poco solidarios e indolentes con las citas públicas.

El español medio hará lo que haga falta para no perder la cita del taller o la peluquería, pero le da un poco igual no asistir a la consulta del médico de atención primaria o a la reserva para renovar el documento nacional de identidad. A pesar de ello, ese mismo ausente puede quejarse con vehemencia por la disminución de la calidad de la sanidad pública o de otros servicios del Estado a la vez de presentarse incapaz para sopesar su influencia en el problema.

Dadas las cosas, creo que no sería descabellado algún tipo de iniciativas compensatoria de estas debilidades latinas. Pongamos, por ejemplo, un cupo de ausencia anual, digamos de tres faltas, a partir de la cual se apliquen multas económicas (como pasa, por ejemplo, con las infracciones de tráfico) o castigos en forma de baja prioridad en la cola de asignación de citas.

Este tipo absentismo ciudadano es de los peores, ya que repercute directamente en todos nosotros por medio de las ineficiencias que introduce en el sistema (sin mencionar la cantidad de dinero que se pierde). Además, no se justifica en un país donde hay más móviles que gente: Cancelar una cita a la que no se puede asistir con un servicio del Estado es más sencillo que mandar una foto por whatsapp.

¡Indignaos!

Y De Gaulle tenía razón

degaulleSe va a decir mucho por estos días, ya sabemos que la red adolece de originalidad, pero también quería escribirlo1: Que cosa tan rara el tener que darle la razón a los muertos. 

El General De Gaulle vetó en dos oportunidades la entrada del Reino Unido a la Unión Europea. Fue en un tiempo en el que este ejercicio de supranacionalidad aún se escribía con minúsculas y de hecho, ni se llamaba así. Las razones de su oposición eran complejas y muy criticadas. Algunas veces era visto como un malagradecido, dado el papel que el Reino Unido había desempeñado en apoyo a Francia durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, me da a mi que los hipanohablantes -perdidos como de costumbre en la traducción- no interpretaron correctamente lo que De Gaulle quería decir cuando en su muy citada rueda de prensa afirmaba, a propósito de sus razones:

«England in effect is insular, she is maritime, she is linked through her exchanges […] She has in all her doings very marked and very original habits and traditions.»

Pienso que nos perdemos en la traducción porque en Español, el adjetivo insular es de perogrullo, según el DRAE:

insular
Del lat. insulāris.
1. adj. Natural de una isla. U. t. c. s.
2. adj. Perteneciente o relativo a una isla o a los insulares.

Pero en Inglés es otra cosa, más compleja, directa y políticamente significativa. Es probable que no fuera una improvisación y que el General la seleccionase en su declaración sabiendo lo que decía. Según el Oxford Dictionary:

insular
Del lat. insulāris.
1.- Ignorant of or uninterested in cultures, ideas, or peoples outside one’s own experience
2.- Lacking contact with other people

Lo que si me queda absolutamente claro es que, pase lo que pase, los divorcios no son sesiones de cordialidad y raciocinio, sino el campo de batalla de las más desconocidas emociones, principalmente, si fue un matrimonio obligado donde uno quiso más que el otro. Como siempre, estas cosas la pagarán los hijos, una nueva generación a la que no se le explicó que papá y mamá se unieron, en el fondo, para evitar otra guerra.

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Al margen: Resulta curioso que un fanático de los referendos como fue De Gaulle jamás se hubiese atrevido a utilizar uno para algo de tanta trascendencia como lo ha hecho Cameron. Es carecer de sentido de estado el haberlo usado para resolver un problema interno, no de su país, sino de su partido.

De momento, algunos que mataron el tigre empiezan a tenerle miedo al cuero y afirman que no es para tanto, que no hace falta invocar el artículo 50 del tratado.


Nota del Cartero:
Tal día como hoy Reino Unido decidió en Referendo popular salir de la Unión Europea.

1.- Existe la posibilidad (o el riesgo) de que mis hijas, cuando sean adultas, les de por leer estas cosas que escribe su padre y hoy era importante.