¿Caducidad Programada?: No problem

El debate sobre la caducidad programada saca su cabeza de entre la vorágine de las noticias de cuando en cuando. Siempre se le asocia a una práctica obscena por parte de los capitalistas salvajes, que debe ser castigada y condenada, pero la verdad, poco más análisis se lleva a cabo. Lo cierto es que es un principio de diseño que ha estado allí desde siempre, incluso la misma naturaleza nos diseña con fecha de caducidad. Lo que me constriñe es el seguimiento mediático que se le hace en detrimento de otra cosa más importante y que ocasiona más problemas de sostenibilidad que la caducidad programada: La creciente falta de calidad.

Entre las muchas cosas buenas y malas que nos hemos dado con la globalización, está la estandarización, a la baja, de los procesos de calidad que ha venido inducida por las muy aceptadas estrategias low-cost. Es decir, yo te hago cualquier cosa muy barata a cambio de que asumas que se sacrificará el control de calidad; que aquello que compres puede que no te funcione a la primera o a la segunda (o la tercera). Es decir, no se sacrifican materiales y configuraciones, sino el control de calidad mismo.

Así, una cosa es tener la certeza de que algo te funcionará desde el principio y aceptablemente bien durante un tiempo determinado, y otra el no saber en absoluto si funcionará a la primera y por cuánto tiempo. Y con lo que veo a diario, es un fenómeno muy extendido y con variadas consecuencias. Por ejemplo: ¿alguien ha visto la cara que se le queda a un niño cuando su regalo de Reyes no funciona? ¿Y la que tienen que inventar los padres para explicarle que los Reyes tienen un departamento de reclamaciones y eso? En estos y muchos otros casos, ni siquiera se trata de un problema de precio bajo, sino de falta absoluta de los más mínimos controles de calidad, de que lo que has especificado en tu producto, se cumpla durante la fabricación. Parece que sólo duele cuando se trata de productos con alto precio, pero pasa en toda la gama.

Ciertamente, hay industrias que no podrían sobrevivir sin la caducidad programada, como la de la moda, por ejemplo, pero cuando se suma la baja calidad, estamos ante un grave problema, porque afecta directamente a todos los miembros de la cadena, especialmente, a nosotros.