Obsolescencia prorrogada

No hay nada más obsoleto que los grandes proyectos de tecnología punta. Al finales del siglo pasado la NASA estuvo buscando “porai” piezas de repuesto para el Transbordador Espacial. Estaban detrás de un tipo de chip muy común en los ochentas que ya no se fabricaba. Y es lo que pasa. Cuando se abordan proyectos muy complejos y de larga duración hay un momento en el que tienes que congelar las piezas con las que tienes que trabajar, y eso implica detener el tiempo de la evolución tecnológica. Es también el caso de los satélites, en los que estás diez años con un desarrollo y cuando el perol finalmente llega a marte, por ejemplo, lo hace tecnología punta pero de hace quince años atrás.

Esto aplica también a “las formas de hacer” las cosas, la metodología y la técnica. Puedes pasarte tres años construyendo un algo con la técnica puntera y justo cuando terminas, el progreso te ha pasado por encima. Es intrínseco a las cosas que toman mucho tiempo para llevarse a cabo. Vale que hay cosas en las que una técnica antigua no la hace obsoleta, sino que le da valor. La gastronomía, por ejemplo. Un pan artesano suele valorarse más que uno precongelado; un Cocido a fuego lento saca mejor nota que un hecho en olla exprés (aunque no siempre).

Creo que todo tienen que ver con la velocidad del progreso. Probablemente nunca haya sido tan rápido en toda la historia de la humanidad. Hoy, una misma generación puede vivir varias disrupciones tecnológicas a lo largo de su vida y eso no era común. Normalmente son positivos, los tratamientos médicos, o el echar cloro en el agua y etc. Pero  ¿podríamos soportar niveles más altos de aceleración? ¿Podríamos abordar grandes proyectos o nos desanimaría saber que podríamos hacerlo mejor si… esperamos un poco?

Que poco me gusta dejar preguntas sin respuestas como recurso expresivo, pero hoy es lo que toca.