Quiromántica Pachá

Todos las quirománticas somos miopes. Para leer las manos nos acercamos a las palmas abiertas como entomólogos incrédulos, dejando aflorar ese halo místico de la interpretación. Respiramos hacia atrás como aspirando espaguetis por la nariz; encorvamos los labios con inexactitud capciosa y cerramos los ojos con ademán premonitorio. Ya saben, para no dejar lugar a dudas. Somos seductoras de expectativas, que terminamos sacando siempre lo que cada uno desearía ser.

Para cuando Ana llegó a mi consulta, había pasado un mes desde que fue encontrada, llorando vegetativamente, en el descansillo que hay frente a la barbería de José. Preguntaba con la mirada baja a cada andante si sabía quién era ella, si podía reconocerla y si tendría la bondad de decirle dónde se hallaba. Parecía perdida como dentro de sí misma, me dijo la mujer de la Asistencia Social que la trajo, muda de espanto, absorta de solemnidad y pálida como los amores tísicos.

Había pasado ya por psicólogos y psiquiatras, hipnotizadores de feria, exorcistas consumados, monjas vocacionales e incluso una sesión de regresión, en la que acabó regresando, pero a la vida del propio regresista. Me dio las manos con la misma asepsia de quien da la hora, e inicié el ritual con la menos conocida y más pragmática de las técnicas adivinatorias: Le miré las uñas, su limpieza compulsiva, las cicatrices de sus cutículas y el callito impoluto del lápiz en el dedo del corazón.

Eres una persona extremadamente sensible, le solté sin buscarle la mirada, limitándome a recorrerle la palma izquierda con mi meñique. Como trazando un dictado de su propia conciencia. Vas por la vida dando más de lo que recibes, bonita. Y eres tozuda de antología. Ana, con la vista ceñida a mi meñique explorador, hizo un gesto gutural de afirmación, para luego agregar un Sí, como mi abuela Octavia. Sin hacer caso al comentario proseguí con firmeza. Contándole que le gustaba jugar a las cosquillas, que era de una ternura cautivadora, y que su debilidad eran las caricias sinceras de una mano tibia, en los atardeceres afrutados en los que el sol se resiste a irse a la cama.

Me buscó la mirada para preguntarme a los ojos, con una sonrisa de esperanza adoslencente y un marcado aire cañí: ¿Sabe usted si Mauricio me querrá siempre? Luego de lo cual, tal como me lo temía, puso fin a la magia de mi inspiración.

La gente cree que en las manos vemos el futuro y siempre se confunden. No vale explicación científica para convencerles que sólo nos limitados a adivinar el presente. Contarles lo que ya saben, y en mejor de los casos, decirles esas cosas buenas que cualquiera necesita oír. Cuando llego a ese punto, no tengo más que sincerarme con recochineo: ¡Pues no creo bonita!, y menos con ese andar de víctima autista, desgarbada y manipuladora, con el que te haces la perdida. A continuación, Ana se aplanó los pelos del brazo derecho, ya en pié se estiró la camiseta hasta erguirse el aspecto y salió por la puerta indignada con un pie mirando hacia adentro y un culo efímero que se despidió sin abonarme la consulta.

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Pachá:
(Del fr. pacha).
1. m. bajá.
vivir como un ~.
1. fr. Vivir con lujo y opulencia.
Bajá:
(Del ár. bā¨ā, y este del turco paşa).
1. m. En el Imperio otomano, hombre que obtenía algún mando superior, como el de la mar, o el de alguna provincia en calidad de virrey o gobernador.

0 pensamientos en “Quiromántica Pachá

  1. Me gustó mucho tu divertimento reflexivo, incluida la duda de cómo luce un «culo efímero» además de maula …. Cielos! (Será que en el corto plazo la consultante se queda sin posaderas, como la cucaracha?)
    En fin!
    Un abrazo,
    Palas A.

  2. Palas: Muchas gracias. Después que lo tuve terminadado, estuve rato buscando el adjetivo adecuado para describir el culo que estaba en mi imaginación, de tal manera que generara en el lector la misma sensación que yo sentía. Y ver que al menos aciertas con algún lector, da gustico.

    Besotes.