La tozudez de la dilación.

Algunas lunas atrás, mi buen amigo cyberf, publicaba en su blog una nota titulada Que no quiero dormir, donde argumentaba sobre las bondades que aportaría el no necesitar del sueño. Es una excelente nota del tipo “que pasaría si”.

Inicialmente le rebatí indignado, sin una especialmente elegante argumentación, el que intentara asomar beneficios en la supresión del último bastión – después del sexo – de las conquistas de la naturaleza: El sueño. Pero sus repercusiones sociales eran las que más me llamaron la atención.

Su aproximación era esencialmente física, una pastilla que haga que no necesitemos dormir y que eso no afecte nuestras capacidades mentales. Con los días seguí reflexionando sobre el tema – quesque soy muy lento – e intuía que el gran pero, estaría en factores que no tenían que ver con la parte física. La mayoría de la gente que comentaba la nota asumía una, tan simpática como utópica, voluntad de hierro para aprovechar mejor cualquier tiempo extra disponible: sacar dos carreras, pluriempleo, entre otros, pero aún así no me cuadraba. La conclusión a la que he llegado es que el “pero” es psicológico: La tozudez de la dilación humana.

Los seres humanos postergamos la acción hasta que se cumplan ciertas condiciones, que usualmente están relacionadas con la inminencia del cierre de su ventana de realización. Vamos, sino el adagio no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy hubiese pasado de moda. Postergamos casi todo y por eso creo que siempre nos falta tiempo para hacer las cosas. No estimo que se trate de una postergación intencionada, sino – a especular se ha dicho – algún mecanismo de la evolución humana, para garantizar el que sólo empleásemos energía en aquellas acciones que, priorizadas en último momento, fuesen esenciales para la supervivencia. |-|

Mi conclusión es que no sabríamos que hacer con tanto tiempo disponible, porque todas las cosas que podríamos hacer las postergaríamos de forma natural. De hecho, de forma libre sólo hacemos inmediatamente aquéllas que nos ponen bien cerca del placer o bien lejos del dolor… … … y dormir es un placer, por lo tanto impostergable.